martes, 23 de noviembre de 2021

Ponencia: Salvemos nuestra madre Tierra

 

Ponencia: Salvemos nuestra madre Tierra

Conferencia Mundial Emisiones Cero-Compromiso con el Clima, Madrid 2021:

 

Este Informe acerca de la Brecha de Emisiones 2021 intenta demostrar al mundo entero que los nuevos compromisos climáticos nacionales, combinados con otras medidas de mitigación, encaminan al mundo al aumento de la temperatura global de 2,7 °C para fines de siglo. Esto está muy por encima de lo estimado en el Acuerdo de París y conduciría a cambios catastróficos en el clima de la Tierra. Para mantener el calentamiento global por debajo de 1,5 °C este siglo, y seguir con los objetivos del Acuerdo, el mundo necesita reducir a la mitad las emisiones anuales de gases de efecto invernadero en los próximos 8 años.

Si se implementan de manera efectiva, las promesas de cero emisiones netas podrían limitar el calentamiento a 2,2 °C, cifra más cercana al acuerdo, aunque por debajo de los 2°C esperados. Sin embargo, muchos países postergan la implementación de sus planes hasta después de 2030.

La reducción de las emisiones de metano de los sectores de combustibles fósiles, residuos y agricultura podría ayudar a cerrar la brecha de emisiones y reducir el calentamiento a corto plazo.

Los mercados de carbono pueden ofrecer una reducción real de las emisiones, pero esto solo será posible cuando las normas estén claramente definidas, sean diseñadas para garantizar que las transacciones reflejen las reducciones reales de las emisiones, y si están respaldadas por acuerdos de rastreo al progreso y proporcionen la debida transparencia.

América Latina y el Caribe ahorrarían hasta 621.000 millones de dólares anuales si los sectores de energía y transporte lograsen la neutralidad de emisiones para el 2050, de acuerdo al nuevo informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, PNUMA.

El año pasado en la COP25 en Madrid fue presentado un documento donde resaltaba que los sectores de energía y transporte representan dos tercios de las emisiones regionales de dióxido de carbono de origen fósil y alrededor de 25% de las emisiones de gases de efecto invernadero.

De no tomar medidas al respecto, se espera que dichas emisiones se dupliquen a mediados de siglo, aumentando hasta 1.200 millones de toneladas debido a la demanda creciente en el servicio eléctrico. Pero satisfacer ese mercado bajo una matriz de generación basada en combustibles fósiles colocaría la región lejos de la vía para cumplir el objetivo de 2 °C del Acuerdo de París.



De manera tal que convertir el sector a energía renovable es el camino más barato para electrificar al planeta y, a la vez cumplir con el Acuerdo de París. Para lograr una matriz renovable es necesario invertir unos 800.000 millones de dólares para 2050, cifra menor a lo que costaría satisfacer la demanda de energía de la manera actual.

Mediante la descarbonización de la matriz energética y la electrificación total del sistema de transporte incluyendo los medios marítimos y terrestres, en 2050 podríamos evitar 1.100 millones de toneladas de CO2 y ahorrar 621.000 millones de dólares por año.

Estos ahorros incluyen 300.000 millones en gastos del transporte terrestre de pasajeros y reducciones de 222.000 millones en costos de electricidad. Igualmente disminuiría la contaminación del aire en las ciudades, con lo cual el sector de salud evitaría un gasto de hasta 30.000 millones de dólares.

Las cifras a las que llegan los autores de los más recientes estudios ecológicos y ambientalistas, incluyen el costo de retirar gradualmente las plantas de carbón antes del final de su vida útil. El valor de los activos varados se calcula en 80.000 millones para mediados de siglo.

Pasar a una descarbonización total creará otros beneficios como 7,7 millones de nuevos empleos permanentes y 28 millones de años de trabajo en asignaciones temporales relacionadas con tecnologías verdes, construcción de infraestructura y/o electrificación del transporte.

Los sectores de energía y transporte presentan grandes oportunidades para una acción rápida y de gran alcance, siendo tan ambiental como racional y financieramente atractiva. Una transición acoplada apunta a lograr cero emisiones para 2050, y a contribuir al crecimiento económico y el mejoramiento de la salud pública.

Carlos Manuel Rodríguez, ministro de Ambiente y Energía Eléctrica de Costa Rica, país que produce el 99 % de su electricidad con fuentes renovables, señaló que la transición representa una oportunidad importante para elevar el nivel de ambición de las contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC), y de las estrategias a largo plazo, cumpliendo con los compromisos climáticos internacionales establecidos en el Acuerdo de París, además de apoyar el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Ese cambio, afortunadamente está comenzando pero debemos reforzarlo.

A partir de 2012, las energías renovables no convencionales duplicaron su participación en la matriz regional, y junto a la energía hidroeléctrica representaron casi 54 % en 2018.

 


Del mismo modo, los esfuerzos de varios países para crear un entorno propicio a la transición energética aseguraron más de 35.000 millones de dólares en inversión en energías renovables no convencionales durante los últimos 5 años, esto es 44 % de los flujos de inversión extranjera directa mundial.

A pesar de los progresos, el PNUMA exige una agenda política más audaz que acelere los cambios necesarios a fin de lograr la descarbonización a mediados de siglo.

El documento Carbono Cero América Latina y el Caribe 2019: la oportunidad, el costo y los beneficios de la descarbonización combinada de los sectores de energía y transporte en América Latina y el Caribe, se basa en el primer informe Carbono Cero (2016), que llamó a la región a enfocarse en la descarbonización completa de cuatro áreas responsables del 90 % de las emisiones de gases de efecto invernadero: generación de energía, transporte, uso del suelo e industria.

Más de 70 países se han unido para prometer la neutralidad de sus emisiones de carbono para el año 2050 pero ¿cómo se puede lograr esto? y ¿cómo sería un mundo que dependa solo de energía renovable?...

El dióxido de carbono está dentro de las bebidas gaseosas, forma parte de los compuestos presentes en los extintores, se emplea como refrigerante, sirve para formar rayos láser, y hasta se emplea como agente de contraste en exámenes médicos. Se trata de un gas abundante en el planeta, las plantas lo necesitan para hacer fotosíntesis, está presente en el aire que exhalamos y en numerosos compuestos orgánicos.

Es indispensable para la  vida tal y como la conocemos.

Sin embargo, a pesar de estar presente en el planeta de manera natural y sernos tan útil, es un gas que retiene el calor y, junto a otros, como el metano, contribuyen a la formación de una capa en la atmósfera que impide su salida y aumenta la temperatura de la superficie de la Tierra, causando el cambio climático.

Dicho gas forma parte de un ciclo bioquímico que pasa por las capas de la atmósfera, el océano y la tierra, y permite que la vida sea sostenible en el planeta, pero actividades humanas como la quema de combustibles fósiles desbalancean su justa medida, provocando que se acumule mucho más CO2 del que es posible eliminar naturalmente.

Este fenómeno, y el hecho que como lo han dicho los científicos del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático IPCC repetidamente: “cada grado de calentamiento importa”, por cuanto cada grado puede llegar a tener efectos devastadores, ha llevado a que finalmente las naciones del mundo comiencen a tomar medidas para reducir las emisiones de carbono.



La ciencia no miente, si los países no aumentan sus compromisos más allá del Acuerdo de París firmado en 2015, a través del aumento de una mayor dependencia de las energías renovables, a la humanidad le espera un panorama poco prometedor.

Olas de calor más intensas, sequías, huracanes más fuertes, glaciares y capas de hielo que se derriten, inevitable aumento del nivel del mar, y toda la destrucción de ecosistemas que esto conlleva, serán algunas consecuencias de no actuar a tiempo.

Durante la Cumbre sobre la Acción Climática convocada por el Secretario General, António Guterres, 77 países y más de 100 ciudades se comprometieron a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a cero para 2050.

Pero el grado actual de calentamiento del planeta es excepcional.

Las temperaturas registradas desde 2015 son un claro signo de un cambio climático a largo plazo. El frío extremo registrado en Norteamérica a comienzos de año no refuta la tendencia, sino que se trata de una consecuencia de los dramáticos cambios en el Ártico. Los cuatro años siguientes son un claro signo del cambio climático a largo plazo debido a concentraciones récord en la atmósfera de gases de efecto invernadero.

2015, 2016, 2017 y 2018 fueron confirmados como los cuatro años más cálidos registrados, de acuerdo con la Organización Meteorológica Mundial en Ginebra.

Y la tendencia continúa en alza.

La OMM publicó un análisis consolidado de cinco bancos de datos internacionales que demostraron que la temperatura media global de la superficie en 2018 fue aproximadamente de 1ºC por encima de las temperaturas preindustriales (1850-1900). En la lista de los años más calurosos registrados hasta el momento, el primero continúa siendo el 2016, influenciado por un fuerte evento de El Niño y se ubicó 1,2º C por encima de la época preindustrial.

La tendencia de la temperatura a largo plazo tiene mayor importancia que la clasificación de años individuales, y esa tendencia es ascendente. Los 20 años más cálidos registrados han sido los últimos 22 años, en los cuales el grado de calentamiento durante los últimos cuatro años ha sido excepcional, tanto en la tierra como en el océano.

Las temperaturas son solo una parte de la historia debido a que el clima extremo y de alto impacto afecta a varias naciones y millones de personas desde 2018, con severas repercusiones devastadoras para las economías y los ecosistemas. Los eventos climáticos extremos son consistentes con lo esperado de un clima cambiante y es una realidad que debemos enfrentar.



La reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y las medidas de adaptación al clima deben ser una de las principales prioridades mundiales para que no siga existiendo continuidad en la problemática ambientalista como por ejemplo, en 2019 continúo sintiéndose el calor que dejó el 2018.

Australia tuvo el enero más cálido registrado en su historia, con olas de calor sin precedentes en su escala y duración y el estado de Tasmania fue azotado con destructivos incendios forestales. Según la Oficina de Meteorología del país, hubo un aumento a largo plazo en el clima extremo que causa los incendios y se extendió la duración de esta temporada en gran parte del país de Oceanía.

Según la OMM, las intensas olas de calor son cada vez más frecuentes como resultado del cambio climático. El calor extremo del hemisferio sur ha contrastado con el frío extremo de algunas partes de norteamérica en el mes de enero, algo que no refuta el cambio climático.

Resulta evidente que el Ártico se está calentando al doble del promedio mundial, por lo que una gran fracción del hielo en la región se ha derretido. Estos cambios afectan los patrones climáticos fuera del Ártico en el hemisferio norte. Una parte de las anomalías frías en las latitudes más bajas está relacionada con los cambios dramáticos en el Ártico.

Aquello que sucede en los polos no se queda en los polos, sino que influye en el clima y las condiciones climáticas en latitudes más bajas, donde viven cientos de millones de personas.



Hoy debemos sentirnos agradecidos por cuanto aún la naturaleza nos permite vivir con algunas seguridades ambientales, y nuestros niños, la generación de relevo, continúa creciendo y desarrollándose sana y salva pero ¿hasta cuándo?... ¿por cuánto tiempo?...

En el cercano e inminente mañana cuando los lechos marinos se conviertan en árido paisaje, las altas mesetas de piedra arenisca dominen el ennegrecido horizonte otrora azulado, cuando los puntos cardinales tan sólo muestren contiguas e interminables series de dunas semejantes a extensos kilómetros de manchas amarillentas, y al fundirse el gran océano de arena con la opacidad del cielo siendo imposible distinguir dónde comienza el uno y termina el otro, solo entonces nos daremos cuenta que ya será demasiado tarde.

Y ese tiempo final no tiene vuelta atrás.

Salvemos al mundo.

Gracias.

 

 

Lic. J. A. Gómez Giménez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario