jueves, 14 de enero de 2021

Desmitificando al padre Macario Yèpez

Cada 14 de enero en Venezuela y, preferentemente en el Estado Lara, específicamente en Barquisimeto y sus alrededores, se siente la presencia de la patrona espiritual de la región: la Divina Pastora. La historia de esta imagen es harto conocida al igual que las del padre Macario Yépez, la población de Santa Rosa, de la actual catedral de Barquisimeto, entre otras.

Sin embargo, hoy quiero desmitificar el relato acerca del sacrificio del padre Macario.

La historiografía romántica elevó a la divinidad al presbítero y maestro José Macario Yépez, hasta tal punto que los historiadores y cronistas de la época, salvo contadas excepciones, desfiguraron, retorcieron y alteraron la figura de este activo personaje del siglo XIX.

Este sacerdote de polémico verbo, connotado proceder y todo cuanto existe aún en los archivos y apuntes de la historia oral y escrita, aparte de sobresalir en la política nacional como representante ante el Congreso y el Senado de la República, fundó periódicos y escuelas.

Su amor por la iglesia fue demostrado en incontables escenarios, y uno de los tantos ejemplos fue aquella aventura cuando adquirió una deuda mil millonaria de “dos mil pesos para sufragar la reconstrucción del templo parroquial” de la Concepción, destruido por el Terremoto de 1.812, dinero que el Gobierno nacional le negó.

Pero historiadores y cronistas, mucho después de su muerte, lo llevaron al terreno de los dioses, deificándolo hasta el plano del culto al romanticismo, soslayando muchos aspectos de gran relevancia.

El Hermano Nectario María, escribió que el sacerdote y maestro Yépez falleció de cólera pero el padre Alegretti, demostró que éste murió de tifus o fiebre tifoidea, el 16 de junio de 1.856, cinco meses luego de la primera visita de la Divina Pastora a Barquisimeto.

Cita que “La enfermedad adquirió la forma cerebral, delirio violento o hipertermia. Los médicos de ese tiempo le aplicaron sangrías”. Más adelante refiere al educador Juan Manuel Álamo, quien afirmó que solo por razones políticas y para evitar que sus enemigos dieran curso a una venganza póstuma y “lo llevasen al dividivi” (probablemente para colgar su cadáver), los seguidores del padre Yépez, “lo inhumaron prontamente en el Cementerio de San Juan”.

“Casi clandestino”, sostiene Álamo. “Sin aparato y como a la sordina”, se lamenta el sacerdote Alegretti.

El cronista de Barquisimeto, Ramón Querales, afirma que el padre José Macario Yépez, terminó sus días padeciendo de tifus, lo que le devino en muerte, no sin antes invocar a la Inmaculada Concepción, no a la Divina Pastora como lo han hecho ver algunos escritores, pidiéndole ser él la última víctima del cólera.

Este episodio lo relata el padre M. Raldíriz, amigo y confidente de Macario Yépez, en la obra Defensa de la Iglesia, en la cual relata: “Una o dos horas antes de morir este varón, que era todo caridad, recobra las fuerzas que aún le quedaban, se levanta del lecho y estando delante de la Imagen de la Santísima Virgen María, bajo la advocación de su Concepción Inmaculada, que se le había llevado a su casa como la patrona de este pueblo exclama: Virgen María, Madre de Dios, por el misterio de tu Concepción Inmaculada, te pido ruegues a tu Santísimo Hijo Jesús, me otorgue la gracia de que yo sea la última víctima del cólera en esta ciudad”.

Lo cierto del caso es que la vida del padre Macario Yépez estuvo íntimamente vinculada a la tradición espiritual de Barquisimeto. Representó a esta ciudad ante el parlamento nacional en varias oportunidades. Igualmente fue fundador y redactor de El Correo de Occidente. Adquirió una deuda considerable para construir el templo de la Concepción y fue acusado de conspiración y muerte del gobernador de la provincia

La infancia de José Macario transcurre en su natal Barquisimeto, en donde presencia los días del pavoroso terremoto de 1.812. Pero también es testigo del trágico año 1.814, cuando la lucha independentista mostraba su rostro más macabro y la ciudad monumental quedaba en ruinas.

Según el acucioso historiador Lino Iribarren Celis, José Macario provenía de una familia de origen tocuyano, con propiedades y tierras en la Ciudad Madre, por ello, algunos ensayistas infirieron que el sacerdote había nacido en esos parajes.

Otros investigadores coinciden que José Macario nació en los primeros días de abril de 1799, en Barquisimeto, toda vez que el 23 de ese mes, recibió su bautismo. José Macario vivió en esta ciudad hasta los 16 años, cuando se trasladó a El Tocuyo, con el propósito de iniciar estudios de gramática.

Su madre, doña María Josefa Tovar, era oriunda de Quíbor, y su padre, don Francisco Paula Yépez, natural de El Tocuyo, quienes contrajeron nupcias en Barquisimeto.

Uno de los barquisimetanos de mayor trascendencia en la historiografía larense es sin duda el presbítero José Macario Yépez, quien representó para la primera mitad del siglo XIX, una de las más altas cumbres del pensamiento y la política.

A juicio del historiador Lino Iribarren Celis y del cronista Eliseo Soteldo, el maestro Yépez representa para Barquisimeto un hito, un hombre de extraordinarios dotes intelectuales, un gran polemista, un elocuente orador y un bienhechor en el campo de la cultura, de la moral y del progreso de la capital larense.

Soteldo detalla que la influencia del maestro Yépez, marcó pauta en la vida espiritual de Barquisimeto, porque “Con el ejemplo de sus virtudes y de sus prédicas morales, el maestro José Macario Yépez, marcó el clima de identidad espiritual, de comprensión y de solidaridad social entre los habitantes neosegovianos”.

En una investigación del analista político y abogado, Jorge Ramos Guerra, refiere que Yépez adquirió una deuda considerable para edificar el templo de la Concepción de Barquisimeto.

En una correspondencia, apunta Ramos Guerra, enviada al doctor Manuela Antonio Briceño, fechada en Barquisimeto el 3 de septiembre de 1853, “Soy deudor de cerca de 2.000 pesos de cantidades que me prestaron en dinero en efectivo para concluir por mi cuenta y riesgo, y sin esperanza de reembolso, el templo parroquial de esta ciudad”.

Refiere Iribarren Celis, que a los 13 años de edad, José Macario presencia la espantosa hecatombe del terremoto del 26 de marzo; el saqueo de la ya destruida ciudad por la soldadesca realista y la emigración de numerosas familias patriotas hacia San Carlos, huyendo de Monteverde.

Asimismo, es testigo de encarnizada persecución, el enjuiciamiento y el destierro de los mejores hombres de la ciudad. Ve con horror a ciudadanos honorables esclavizados en la construcción del cuartel El Campamento bajo el control militar de Oberto.

Es espectador del más cruel de los excesos de las tropas desenfrenadas de Cevallos; sufre en fin con su pueblo, gran parte de aquel largo drama que se inició con el sismo y se prolonga hasta 1821.

Acerca de su iniciación apostólica subraya Iribarren Celis, que en abril de 1.819, José Macario, ya decidido a optar por una carrera al servicio de Dios, participa como aspirante por una beca correspondiente a los jóvenes de Barquisimeto para ingresar al Real Colegio Tridentino de Caracas. 

Envía entonces el joven Yépez una correspondencia al provisor y vicario gobernador del Arzobispado, presbítero José Vicente Maya, a fin de atender dicha solicitud “…de seguir estudios en la capital y no teniendo medios suficientes para someterme a ellos, estoy en pretender la beca seminaria a que como uno de sus hijos tengo derecho”.

Este historiador cita que Santiago Villalonga, hombre acaudalado de la región, regidor decano de Barquisimeto y custodio de los intereses de la Corona, “hasta el extremo de haber efectuado viaje a Caracas para denunciar ante el capitán general la conspiración revolucionaria que en 1.808 se lleva a efecto en Barquisimeto”, había sufragado la beca de estudios de José Macario desde 1.819 hasta 1.824, “demostrando gran aplicación al estudio y conducta ejemplar”.

Simultáneamente, José Macario siguió estudios en la Universidad de Caracas, donde obtuvo el título de bachiller en Filosofía en 1.822, y dos años más tarde, se graduó de maestro en la misma especialidad.

El 11 de junio de 1.824, el ya maestro José Macario, solicitó al vicario capitular de Caracas, doctor José Suárez Agudo, le despachara letras dimisorias con el propósito de dirigirse a Mérida a ordenarse con el obispo de aquella diócesis, Lazo de La Vega, acto que se consumó el 10 de octubre de ese año, en el Monasterio de Santa Clara.

José Macario fue poseedor de un gran sentimiento cristiano de amor y altruismo en sus primeros años como evangelista. Con deber sagrado asume posturas al servicio de la sociedad, de los más necesitados, de la iglesia y en defensa de la vida espiritual de su pueblo.

Posteriormente, rige este sacerdote la memorable escuela de La Trinidad y Gramática Castellana, fundando la Cátedra de Filosofía y Latinidad, desde donde habrán de germinar eminentes hombres la patria como Vicente Amengual, Nicolás Gil, los doctores Tamayo, Candelario Varela, Antonio María Soteldo, entre tantos otros.

Pronto asumió José Macario con temple de acero, la defensa de los derechos de la iglesia amenazados por las reformas de las corrientes políticas de la época, impuestas a la organización eclesiástica.

Ramos Guerra describe en su libro La Confesión del Cólera, que Yépez se identificó con la causa conservadora y alcanzó diferentes escaños como diputado ante el Congreso Nacional, en el periodo 1.841-1.844, además consiguió la vicepresidencia de la Cámara de Representantes entre 1.842-1.843.

Igualmente fue senador en representación de Barquisimeto en 1.846 y presidió la Junta Regional para repatriar los restos mortales del Libertador Simón Bolívar.

Las labores de periodista no pudieron faltar, fundando y redactando El Correo de Occidente, vocero informativo de la Asociación de Conservadores de Barquisimeto, del cual era su vicepresidente para 1.849.

En 1.854, el presbítero José Macario Yépez, junto a otras personalidades de la ciudad, se vio involucrado en el asesinato del gobernador de la Provincia Barquisimeto, Martín María Aguinagalde y del jefe político de Cabudare, José Parra, hecho ocurrido el 12 de julio del citado año.

El cronista Soteldo asienta, que el maestro Yépez fue detenido y trasladado a Caracas, “pero poco duró preso. Fue liberado”.

Pero fue su sacrificio como sacerdote lo que le hace pasar a la posteridad.

El hecho que marcó su vida y lo perpetúa en la historia de la patria, es la actitud asumida en 1.856, cuando una terrible epidemia diezmaba a la población de Barquisimeto, y ante la presencia de la sagrada imagen de la Divina Pastora, trasladada desde el pueblo de Santa Rosa a la ciudad, ofrece su vida a cambio de la erradicación de la peste.

Lo que realmente sucedió fue que el padre enfermó de cólera, la cual degeneró en tifus, causándole la muerte el 16 de junio de ese año. Sus restos fueron depositados en el cementerio de San Juan”, según anota el cronista Soteldo.

Ciertamente es mucho más rica la historia del padre Macario que la de la Pastora, pero entre gustos y colores jamás se escribirán los autores.

Dios con todos.

 

Lic./Psic. J. A. Gómez Giménez.


 

Fuentes consultadas:

 

Eliseo Soteldo. Anotaciones Históricas de la Ciudad de Barquisimeto 1801-1854.

Hermano Nectario María. Historia de la Divina Pastora de Santa Rosa. Segunda Edición 1926.

Jorge Ramos Guerra. La Confesión del Cólera. Barquisimeto 1998.

Lino Iribarren Celis, Semblanzas Neosegovianas del Procerato de Barquisimeto. Caracas 1966.

Ramón Querales. (RE) Visión, Apuntes para la Historia del Municipio Iribarren. Barquisimeto 1995.

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