En el anecdotario republicano de
Venezuela, el 19 de abril de 1.810 representa simbólicamente la Independencia,
aun cuando realmente fue un acto de fidelidad a la monarquía borbónica, por
cuanto ese día se instaló en Caracas la Junta Defensora de los Derechos del rey
Fernando VII, fenómeno generalizado para el resto de Hispanoamérica.
Entre la historia social de la
Independencia, espacio de conocimiento abierto a múltiples investigaciones, y
la historia cultural de la conformación de las nuevas entidades del poder
político, media el universo simbólico de los imaginarios sociales y de las
representaciones colectivas de la Nación. Se trata, en un esquema abierto de
análisis semiológico (estudio de los signos), del reconocimiento de una
naturaleza histórica, convencional, que le otorga significado y sentido al
acontecimiento (significante) porque el mismo forma parte de un sistema
cultural de significaciones.
En el caso que nos ocupa, se trata de
abordar el proceso de transformación del 19 de abril de 1.810 como fecha
inicial de nuestra independencia, a pesar de su carácter de acto de fidelidad
al rey y a la monarquía española. En este sentido, el 19 de abril inaugura el
calendario nacional y pasa a ser el Año I de la República, sin que existieran
formalmente ni la república ni la nación.
Desde las perspectivas de una
historia positivista, podemos decir que esta confusión responde a una
manipulación de los hechos por parte del discurso nacionalista y de la historia
patria, que ha reducido el hecho a la actuación del canónigo cortés de
Madariaga, quien, supuestamente logra la renuncia del Capitán General Emparan,
gracias a una hábil maniobra política llevada a cabo en la sesión de aquel
Jueves Santo, en la Sala Capitular del Ayuntamiento caraqueño.
El tumulto del 19 de abril de 1810. Juan Lovera (1835).
Pero para llegar al 19 de Abril debemos
retroceder hasta 1.807 y dirigirnos a la Francia napoleónica que ocupa
militarmente el territorio español amparado en el Tratado de Fontainebleau,
firmado entre Manuel Godoy, ministro del rey Carlos IV (padre de Fernando VII)
desde 1.792, y Napoleón Bonaparte, Emperador de los franceses desde 1.804, por
medio del cual España permitía el ingreso del ejército galo a su territorio con
el propósito de invadir Portugal, aliada de Inglaterra y en guerra contra
Francia.
Este hecho desencadena un
levantamiento popular el 2 de mayo de 1.808 en Madrid, dando inicio a la Guerra
de Independencia de España contra la ocupación francesa, en cuyo contexto se
crean las Juntas Defensoras de los Derechos de Fernando VII, cautivo de
Bonaparte en Francia, quien había abdicado el trono a favor del hermano de
Napoleón, José Bonaparte.
De esta manera, las Juntas Defensoras
se transforman en la respuesta nacional y popular de los españoles a la
ocupación francesa, culminando el 25 de septiembre de 1.808 con la constitución
en Aranjuez de la Junta Suprema Central y Gubernativa del Reino, la cual
desconoce las abdicaciones de Bayona y asume los poderes ejecutivo y
legislativo del Reino, mientras se restaura la autoridad del monarca cautivo en
Francia.
Esta Junta había promovido la unidad
de peninsulares y americanos en defensa de la dinastía borbónica y convocado
una reunión de las Cortes, el parlamento medieval español, con representación
de las provincias hispanoamericanas. Sin embargo, en enero de 1.810 se disuelve
la Junta Suprema y se instala el Consejo de Regencia, mientras sesionan las
Cortes en Cádiz.
La reacción a estos acontecimientos
no se hace esperar en Caracas y el 19 de abril de ese mismo año, en el cabildo
de esa ciudad, se congregan los sectores representativos de la sociedad: el
clero, los notables y letrados, los miembros del cuerpo de veteranos y de las
milicias, los altos funcionarios peninsulares, junto a los alcaldes del
cabildo, Martín Tovar y Ponte y José de las Llamosas, para hacer del
conocimiento de las autoridades españolas, encabezadas por el Capitán General
Vicente de Emparan, de la necesidad imperiosa de constituir una Junta Defensora
de los Derechos de Fernando VII, la cual le otorgase autonomía al gobierno
provincial en la misma línea de acción de las juntas que ya se habían creado en
la Península.
En nuestro caso, el cabildo caraqueño
es la institución que asume la Soberanía interina a falta del Rey, y toma en
sus manos el gobierno de la Provincia. En el acta levantada en aquella
memorable jornada, se señala que la Junta es creada con el propósito de atender
la salud pública de un pueblo que se encuentra “en total orfandad, no solo por
el cautiverio del Señor Don Fernando Séptimo, sino también por haberse disuelto
la Junta que suplía su ausencia en todo lo tocante a la seguridad y defensa de
sus dominios invadidos por el Emperador de los Franceses”; y, en segundo lugar,
se destaca la necesidad de:
“erigir en el seno mismo de estos Países un sistema de
Gobierno que supla las enunciadas faltas ejerciendo los derechos de la
Soberanía que por el mismo hecho han recaído en el Pueblo conforme á los mismos
principios de la sabia Constitución primitiva de la España, y á las maximas que
ha enseñado y publicado en “innumerables papeles la Junta Suprema extinguida”. (Sic).
La Junta Suprema que se constituye
ese 19 de abril, asume el gobierno provisional “en el Real nombre Del Señor Don
Fernando Séptimo” y procede a organizarse inmediatamente, según auto del 27 de
abril de 1.810. Este nuevo gobierno, el día 20 destituye a las autoridades
españolas y dirige su primera alocución al pueblo, informando lo acontecido en
Caracas el 19 de abril.
Hasta aquí, más o menos es lo que nos
enseñan en el aula los docentes de Historia con más errores que aciertos, mentiras
que verdades la Historia del 19 de abril. Entonces ¿cuál es la verdadera
Historia respecto a ese significativo día?...
Un jueves
santo del año 1.810, específicamente el día 19 de abril se da en Caracas el
primer paso de una etapa crucial en la historia de Venezuela. Ese día, el
cabildo de Caracas, con apoyo de una parte del pueblo y de importantes sectores
de las fuerzas armadas, tanto de los batallones de veteranos como de milicias,
así como destacados personajes del clero, la sociedad y de los intelectuales,
depuso al Gobernador y Capitán General Vicente de Emparan y a los demás altos
funcionarios españoles, enviándolos al exilio.
Dicho movimiento revolucionario se
llevó a cabo de manera incruenta e impactó en los campos político, económico,
social y cultural no sólo de Venezuela sino de toda América del sur.
La invasión en 1.808 de España por
parte de los franceses y el arresto del rey Carlos IV y su sucesor Fernando
VII, crearon el vacío el poder propicio para los intereses del mantuanaje
caraqueño.
Al enterarse los mantuanos que todas
las provincias españolas se organizaron para preparar la resistencia contra las
fuerzas invasoras y dirigir la política de cada región, solicitan al Capitán
interino de Venezuela, Juan de Casas, que organice una junta con la misma característica
de las españolas y en la cual tuvieran ellos el puesto preponderante; en otras
palabras era una revolución interna que no pretendía cambiar el orden social.
En definitiva, la conspiración de
1.808 fracasó debido a que el Capitán General no accedió a las demandas de los
mantuanos, encarcelando a los más exaltados y enviando a sus haciendas a los
más moderados. También fracasó por el apoyo de los oficiales de las milicias de
pardos, quienes se presentaron ante Casas dispuestos a combatir contra los
mantuanos, si persistían en sus propósitos.
El 19 de abril de 1.810 renació la
conspiración de los mantuanos, quienes tenían la cooperación de los batallones
veteranos o las milicias, y el apoyo de los notables, los intelectuales, parte
del clero y otros sectores de la sociedad, y de un núcleo considerable del
pueblo. Una vez eliminada la posibilidad de toda resistencia en la Península,
los notables caraqueños concibieron la constitución de una junta como las
formadas en España para regir los destinos de la provincia.
Los criollos decidieron desde
tempranas horas de la mañana dar marcha a un movimiento para que el Capitán
General, Vicente de Emparan, encabezara una junta de gobierno de la que ellos
formarían parte para defender los derechos del rey de España, Fernando VII,
apresado por las fuerzas de Napoleón Bonaparte.
Pero ¿qué estaba pasando en
España?...
Ante el avance de las tropas
napoleónicas que se habían apoderado de casi toda la península ibérica con
excepción del sur, la junta de gobierno de España dio paso a una regencia que
no tenía control sobre prácticamente nada. Aparte, la junta provincial española
se había dado a la fuga o estaba en manos de Francia. Ante eso, en Caracas un
grupo de criollos buscó armar una junta de gobierno que salvaguardara los
derechos españoles.
Un par de años antes, en abril de
1.808, había ocurrido un primer intento, pero ese movimiento que se llamó la
Conspiración de los mantuanos, fracasó porque el Capitán General no aceptó
encabezar una junta con los criollos y pudo en aquel entonces descabezarlo. En
1.810, la cosa fue diferente porque el Capitán Emparan aceptó en principio
acompañar a estos señores al Cabildo a escuchar su propuesta.
¿Cómo sucedieron los hechos en
Caracas?...
Vicente de Emparan se encontró con
que había una gran cantidad de gente en el Ayuntamiento y que no solo eran los
integrantes del Cabildo de Caracas sino que había un cabildo abierto, cuando él
era el único que podía hacer ese llamado. Emparan entró, preguntó qué hacían
allí y le dijeron: “Queremos que usted, ante la gravedad de la situación en
España y ante la caída inminente en Cádiz, encabece una junta de gobierno por
la defensa de los derechos del rey Fernando VII y queremos que lo haga cuanto
antes”.
Emparan hizo tiempo y esperó hasta las
nueve de la mañana, se fue a la Catedral y dejó sin respuesta a quienes estaban
en el Cabildo. Francisco Salias, que pertenecía a este movimiento, lo detuvo
antes de entrar al templo y le dijo que tenía que devolverse. Emparan se dio
cuenta que no contaba con el aparato militar, cruzó la plaza y la confirmación
de esto fue cuando llegando al Ayuntamiento notó que el batallón que estaba
allí no le rindió honores por su alta investidura; entendió que había un
movimiento de cierta envergadura que era difícil evadir.
La actitud de Salias fue ampliamente
celebrada por la multitud en general y por un grupo de conjurados. Ante la
osadía de Salias, los soldados de la guardia del Capitán General hicieron
ademán de apercibir sus armas, pero una orden del oficial venezolano que los
comandaba, los mantuvo firmes en sus puestos sin intervenir.
Emparan regresó al Cabildo,
acompañado de los alcaldes, regidores y notables, mientras una multitud invadía
la plaza mayor. Al poco tiempo llegaron al Cabildo el abogado Juan Germán
Roscio, el canónigo José Cortés Madariaga y otros representantes del pueblo y
del clero, quienes se incorporaron a la reunión.
El Capitán, persona sumamente hábil,
pensó en lo que podía conseguir y hasta dónde podía llegar en su posición.
Llamó al Intendente General, al Presidente de la audiencia y al alto mando
militar para ganar tiempo. La posición de Emparan fue: “yo no puedo encabezar
una junta de gobierno con civiles si yo no tengo la autorización de algún
órgano de gobierno de España”. Esa situación se mantuvo durante horas. Pasó el
mediodía, llegaron las tres de la tarde y cada vez había más gente a la
expectativa, no solo en la sede del Ayuntamiento sino en la Plaza Mayor.
Como a las 3:30 pm, el sacerdote
chileno Madariaga, quien tenía un cargo en la Catedral y se encontraba
involucrado en el movimiento, se molestó y le dijo a Emparan: “Capitán, esto va
para demasiado tiempo, yo lo insto a usted a que encabece la junta”. Ante esa
presión, Emparan ideó un plan para desarticular la revolución que se estaba
forjando; salió al balcón, abajo estaba la gente.
Emparan se asomó y la gente hizo
silencio frente a su presencia; entonces el Capitán preguntó: “¿Ustedes quieren
que yo los mande?” y nadie respondía. Pero entre la multitud había miembros del
grupo conspirador que auparon a la gente a gritar que no.
Emparan, arrogante, les respondió:
“Si ustedes no quieren que yo los mande, yo tampoco” y renunció en público.
Presionado por los factores de poder presentes en el Cabildo de Caracas,
Emparan pronunció las palabras que señalaron el principio del fin, al menos
jurídicamente, del régimen español en Venezuela. El problema es que en un
momento se pensó que el Capitán asumiera la junta de gobierno pero no se
esperaba que renunciara. Y de hecho tenía que renunciar por cuanto él era
afecto al ideal Napoleónico, de manera tal que si hacía pública esta
información seria depuesto y denunciado ante las autoridades en España donde se
le seguiría juicio por traición al rey.
Y si se declaraba Fernandino, es
decir, afecto al rey español, entonces perdería el favor de las autoridades
francesas que posteriormente subyugarían las colonias de España. De manera tal
que su única opción era renunciar en lugar de, utilizando la fuerza desalojar
los espacios públicos y el Cabildo colocando bajo custodia a Madariaga y
compañía. Hubo entonces que redactar un acta en la que el Capitán firmó
formalmente su renuncia. Al día siguiente lo enviaron preso a Puerto Rico y se
creó la junta de gobierno.
Fue así como, de la noche a la
mañana, un movimiento que comenzó como un ente progobierno en defensa de los
derechos del rey Fernando VII, se encontró con un hecho totalmente diferente.
Esto, sin duda alguna, fue el primer paso a la independencia de Venezuela.
En conclusión, aunque el 19 de abril
de 1.810 no fue declarada jurídicamente la Independencia de Venezuela,
políticamente se produjo un cambio radical que culminó con la declaración del 5
de Julio de 1.811. No obstante se debe recordar que para entonces la idea de la
independencia todavía no aparecía como objetivo principal en las mentes de los
líderes revolucionarios y será solo, cuando se convoque al primer congreso de
Venezuela, y a través de los meses de discusión ideológica que seguirán, que
tal planteamiento llegará a materializarse.
El 11 de junio de 1.810, la Junta
Suprema de Caracas lanza su histórica “Convocatoria a elecciones de Diputados y
Reglamento de las mismas” para las provincias que conformaban la Capitanía
General de Venezuela y el 2 de marzo de 1.811, entre tradición y modernidad,
defendiendo los derechos de Fernando VII y el misterio de la concepción de
la Virgen
María, en ejercicio de la soberanía emanada de la elección popular de cada uno
de los representantes allí presentes, como diputados provinciales, se instala
en Caracas el Congreso Constituyente de 1.811, el cual declara la independencia
absoluta de Venezuela del imperio español el 5 de julio de 1.811.
Hasta ese día la Junta Suprema de
Caracas había actuado bajo los principios de fidelidad a Fernando VII,
situación que cambia radicalmente con la declaración de Independencia y la
instalación de un gobierno libre, sustentado en la Constitución aprobada por el
Congreso de 1.811. Con ello, nace la República de Venezuela y se establece un
nuevo Estado sobre los principios liberales difundidos por los pensadores ilustrados
del siglo XVIII, por la Constitución de los Estados Unidos de América, de
1.787, primera constitución escrita, y por la Revolución Francesa de 1.789.
Viene a ser, pues, el 5 de julio, la
verdadera fecha independentista de los venezolanos, el año I en el que se da
inicio al nuevo tiempo histórico republicano. Sin embargo, otro es el referente
que simbólicamente construye la sociedad. En este acto festivo se expresa el
júbilo colectivo por una fecha que se transforma, en la práctica, en el punto
de partida del calendario republicano, en la fecha de nacimiento de la Nación
que, en la unanimidad de la fiesta, levanta los referentes simbólicos de una
nueva comunidad política que va a formalizar su nacimiento como estado, como
república, el 5 de julio de 1.811.
Viva
Venezuela libre.
Lic./Psic. J. A. Gómez Giménez.
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