jueves, 21 de mayo de 2020

Peste negra: Historia de la más mortal de las pandemias

La peste negra diezmó gran parte de la población europea y modificó para siempre la psicología de sus gentes.


Entre 1.346 y 1.353 tuvo lugar en Europa el punto álgido de una pandemia extraordinariamente agresiva que acabó con, al menos, un tercio de su población. La peste es conocida como la plaga más destructiva de la historia de la humanidad, la rápida propagación y la letalidad de esta enfermedad bacteriana la han convertido casi en un mito. Se estima que, en este periodo de apenas 7 años, la peste negra acabó con la vida de 25 millones de personas en Europa y entre 40 y 60 millones en África y Asia, más que cualquier otra epidemia o guerra conocida hasta ese momento.
Durante aquellos aciagos años, la muerte negra era tan temida como desconocida, y hubo muchos e infructuosos intentos de luchar contra ella.
El conocimiento científico que tenemos sobre esta plaga es que se trató de un brote de la denominada peste bubónica, provocada por la bacteria Yersinia pestis. Este microorganismo se inoculó por primera vez en los humanos, probablemente, a partir de la sangre que transportaban en sus fauces las pulgas, que mordían a ratas infectadas y, más tarde, hacían lo propio con los humanos. No obstante, no podemos estar seguros completamente, dado que la infección no dejó rastro en los esqueletos de los fallecidos que la ciencia pudiese analizar siglos más tarde, con lo que solo se cuenta con la información documental de aquella época.
Otras variantes de enfermedades son la peste neumónica, una infección de los pulmones; y la peste septicémica, una infección de la sangre. Sin embargo, se sabe que esta pandemia fue de peste bubónica por los numerosos documentos que atestiguan la sintomatología de los afectados, como síntoma más llamativo, una desagradable inflamación de los ganglios linfáticos en ingles, axilas y cuello, y gangrena de las extremidades.
Se considera que existieron tres brotes importantes de peste bubónica en la historia. La segunda plaga, denominada peste negra, tocó las costas de Europa occidental el otoño de 1.347, y luego se extendió por todo el continente hasta los más remotos lugares, como Groenlandia. En este ensayo, me centro exclusivamente en la segunda plaga de peste bubónica, la peste negra, que diezmó gran parte de la población europea y modificó para siempre la psicología de sus gentes.


Se piensa que la segunda ola de peste bubónica de la historia se originó en China. La peste negra diezmó al ejército de Kipchak khan Janibeg, mientras asediaba el puerto comercial genovés de Kaffa en Crimea (1.347). Allí se documenta una de las prácticas más temibles relacionadas con la peste negra, perpetrada por el gobernador mongol Janibeg: catapultó los cadáveres infectados de peste en un esfuerzo por diezmar a sus enemigos.


El historiador noruego Ole Jørgen Benedictow, describe en su libro La Peste Negra, Historia Completa, lo siguiente: “Se entendió que los bubones se desarrollaron en lugares con una concentración de ganglios linfáticos, que son una defensa de primera línea del cuerpo contra la invasión de microorganismos, y que la infección con bacterias de la peste fue la razón por la cual los ganglios linfáticos se hincharon en bubones. Sin embargo, la identificación de la bacteria de la peste no explicó cómo o por qué surgieron estas características de diagnóstico”.
Por su parte, el autor italiano Giovanni Boccaccio, recoge en su obra El Decamerón (1.351-1.353), una descripción detallada del estado de los enfermos, así como del tratamiento de los cuerpos: “[…] Hombres y mujeres se veían afligidos por una especie de hinchazón en la ingle o debajo de las axilas que, a veces, alcanzaba el tamaño de una manzana o un huevo. Después, la manifestación de la enfermedad cambiaba a puntos negros o lívidos. […] Ni el consejo de los médicos, ni la virtud de medicina ninguna parecían ayudar o beneficiar a la curación de esas enfermedades. […] Casi todos morían a los tres días de la aparición de los signos. […] Los enfermos la transmitían a los sanos mediante el contacto, de manera no distinta a como se propaga el fuego cuando se le acercan cosas secas o grasosas. […] El simple contacto con la ropa o con cualquier objeto que el enfermo hubiera tocado o usado transmitía la pestilencia…”


 Desde Kaffa, los barcos genoveses llevaron la epidemia al oeste, a los puertos del Mediterráneo, donde se extendió tierra adentro, afectando a Sicilia (1.347); norte de África, Italia continental, España y Francia (1.348); y Austria, Hungría, Suiza, Alemania y los Países Bajos (1.349). Un barco de Calais llevó la plaga a Melcombe Regis, Dorset, en agosto de 1.348. Llegó a Bristol y se extendió rápidamente por los condados del suroeste de Inglaterra. La peste negra llegó al extremo norte de Inglaterra, Escocia, Escandinavia y los países bálticos en 1.350. 


Se cree que la peste es una enfermedad propia de los roedores, y que los humanos entraron accidentalmente en su ciclo habitual de actuación. La propagación de la infección entre roedores salvajes o domésticos en las proximidades de las viviendas humanas, creó condiciones favorables para los brotes de peste en humanos: cuando un brote mató a su roedor huésped, a falta de otro roedor al que infectar, comenzó a invadir a los humanos.


 El miedo a la peste negra motivó la primera cuarentena de la historia. Aunque el concepto de aislamiento se había utilizado siglos antes, la primera vez que se tomaron medidas de restricción de movimiento en pasajeros y cargamento de barcos, pasando de dejarles aislados durante el periodo habitual de 30 días (Trentina) hasta pasar a los 40 (Cuarentena), tuvo lugar en Venecia, en 1.423. Es así como surge el modelo de cuarentena posterior y se popularizó el término, cuya duración probablemente se debió al significado religioso del número 40 en el Antiguo Testamento. 


Como todas las enfermedades causadas por una bacteria, la peste solo se puede tratar con antibióticos; pero estos no se descubrieron hasta el siglo XX. Durante siglos, ante la incapacidad de tratar la peste, y el desconocimiento de su epidemiología, se realizaban tratamientos macabros que, más que ayudar al paciente, solían precipitar su muerte o, en todo caso, ayudaban a que la infección se propagase.
Un ejemplo de estos tratamientos fue la Flebotomía, que consistía en abrir las venas de los pacientes en las zonas infectadas por los bultos (cuello, inglés, axilas) para que la sangre fluyese. Esta práctica de realizó durante la Edad Media por los médicos de la peste, pero se remonta a la Antigua Grecia.
Otro desagradable tratamiento consistía en pinchar los bultos (los ganglios inflamados) para drenarlos. Esta práctica, con frecuencia, causaba la muerte por septicemia o shock tóxico.
La bacteria Y pestis presenta una resistencia natural a la penicilina; no obstante, algunos fármacos mostraron ser efectivos contra ella: la estreptomicina (desarrollada a mediados del siglo XX y que se usó para tratar la tuberculosis) el cloranfenicol y las tetraciclinas.
El médico francés Nostradamus, perdió a su mujer y dos hijos por la peste bubónica en uno de los brotes persistentes durante el siglo XVI. Fue uno de los médicos reconocidos que más luchó frente a la pandemia.


 En 1.619 otro médico francés, Charles de L’Orme, diseñó un uniforme destinado a los médicos que trataban la peste (que eran muy pocos) que se haría muy popular. Consistía en una túnica de tela gruesa fabricaba con cuero de cabra, guantes, sombrero, botas, un bastón y una característica máscara alargada, que contenía especias pensadas para purificar el aire, hecha así para proteger del ambiente pútrido que rodeaba a los enfermos. 
Usaban el bastón para examinar a los pacientes sin tener que tocarlos.
Incluso los grandes y poderosos fueron abatidos por la enfermedad.
 Entre la realeza, Eleanor, reina de Pedro IV de Aragón, y el rey Alfonso XI de Castilla sucumbieron, y Juana, hija del rey inglés Eduardo III, murió en el Burdeos camino a su boda con el hijo de Alfonso XI. Canterbury sufrió la pérdida consecutiva de dos arzobispos, John de Stratford y Thomas Bradwardine. La corte papal en Aviñón se redujo en un cuarto. Las ciudades, donde el peligro de contagio era mayor, estaban más afectadas que el campo, y dentro de las ciudades las comunidades monásticas proporcionaron la mayor incidencia de víctimas. 
Familias y comunidades enteras perecieron por la peste negra.


Las consecuencias de esta catástrofe violenta fueron muchas. Inmediatamente cesaron las guerras y una repentina caída en el comercio, pero fueron de corta duración. Una consecuencia más duradera y grave fue la reducción drástica de la cantidad de tierra cultivada, debido a la muerte de tantos trabajadores. Esto resultó ser la ruina de muchos terratenientes.
La escasez de mano de obra los obligó a sustituir los salarios o las rentas monetarias en lugar de los servicios laborales, en un esfuerzo por mantener a sus inquilinos. También hubo un aumento general en los salarios de artesanos y campesinos. Estos cambios trajeron una nueva fluidez a la estratificación de la sociedad, hasta ahora, rígida.
Los efectos psicológicos de la peste negra se reflejaron en una preocupación por la muerte y la otra vida, manifestada en la poesía, la escultura y la pintura. El poeta Petrarca, que perdió a su amada Laura durante la pandemia, escribió: "¡Oh, feliz posteridad, que no experimentarás un dolor tan abismal y considerarás nuestro testimonio como una fábula".
A su vez, la muerte de muchos grandes pintores, como Ambrogio y Pietro Lorenzetti, llevó el desarrollo de la primera escuela de Siena a un final prematuro.


También se documentó en aquella época, una ola de manifestaciones violentas antisemitas; comunidades enteras judías fueron asesinadas o quemadas en masa en la hoguera, tal como relata la Enciclopedia Británica.
El estudio de los archivos contemporáneos sugiere una mortalidad que varía en las diferentes regiones entre un octavo y dos tercios de la población. Se cree que la declaración del cronista francés Jean Froissart, que aproximadamente un tercio de la población de Europa murió en la epidemia, puede ser bastante precisa.


Aproximadamente 25 millones de personas en Europa murieron de peste durante la segunda pandemia, la peste negra. La población de Europa occidental no volvió a alcanzar su nivel de población  anterior a 1.348 hasta principios del siglo XVI. 
Durante los siguientes 3 siglos, se dieron con frecuencia en todo el continente europeo diferentes brotes de peste. La gran peste de Londres, entre 1.664 y 1.666, causó entre 75 mil y 100 mil muertes en una población estimada en 460 mil. La peste se extendió en Colonia y en el Rin de 1.666 a 1.670 y en los Países Bajos de 1.667 a 1.669, pero después de aquellos brotes, pareció haber disminuido su incidencia en Europa occidental.


Entre 1.675 y 1.684, apareció un nuevo brote en el norte de África, Turquía, Polonia, Hungría, Austria y Alemania, que avanzó hacia el norte. Malta perdió a 11 mil personas en 1.675; Viena, 76 mil en 1.679 y Praga, 83 mil en 1.681. La plaga reapareció en Francia en 1.720, en la ciudad portuaria de Marsella, donde mató 40 mil personas.
Como hemos mencionado, la peste bubónica se manifestó en 3 plagas, la segunda de ellas, que acabamos de revisar. La primera se denominó Plaga de Justiniano, y se originó en Egipto, estalló en Constantinopla en el año 541, se extendió a Irlanda en 544, y llegó a Inglaterra en el 664. Pablo el Diácono, un monje benedictino e historiador de los lombardos, documentó la plaga de manera bastante explícita: "hinchazones de las glándulas a la manera de una nuez en la ingle y en otros lugares bastante delicados, seguidos de una fiebre insoportable".
La segunda pandemia se originó en India, China o las estepas de Rusia, y es la que comúnmente se conoce como Peste Negra. Posteriormente, la enfermedad recurrió periódicamente durante el siglo XVIII y posiblemente hasta el siglo XIX; y, por ello, se habla de una tercera plaga.


Hoy en día, la mayoría de los casos de peste humanos son esporádicos, y ocurren en áreas rurales por infección de roedores salvajes, como las ardillas terrestres. Algunos ejemplos de roedores que portan la peste incluyen la rata negra (Rattus rattus) y el gran jerbo (Rhombomys opimus).
 Actualmente, entre mil y 3 mil personas en todo el mundo contraen la peste cada año, y unas 200 mueren. La mayoría de los casos se dan en África, pero también se dan casos en todo el continente americano y en el sudeste de Asia. 

¿Superará el Covid-19 a la Peste Negra?...

Esperemos que no.

Solamente el tiempo lo dirá.

Por favor, demuestra tu inteligencia quedándote en casa por tu bien, el de los tuyos y el de la humanidad.

Gracias.


Lic./Psic. J. A. Gòmez Gimènez.