Entre 1.346 y 1.353
tuvo lugar en Europa el punto álgido de una pandemia extraordinariamente
agresiva que acabó con, al menos, un tercio de su población. La peste es
conocida como la plaga más destructiva de la historia de la humanidad, la
rápida propagación y la letalidad de esta enfermedad bacteriana la han
convertido casi en un mito. Se estima que, en este periodo de apenas 7 años, la
peste negra acabó con la vida de 25 millones de personas en Europa y entre 40 y
60 millones en África y Asia, más que cualquier otra epidemia o guerra conocida
hasta ese momento.
Durante aquellos
aciagos años, la muerte negra era tan temida como desconocida, y hubo muchos e
infructuosos intentos de luchar contra ella.
El conocimiento
científico que tenemos sobre esta plaga es que se trató de un brote de la
denominada peste bubónica, provocada por la bacteria Yersinia pestis. Este
microorganismo se inoculó por primera vez en los humanos, probablemente, a
partir de la sangre que transportaban en sus fauces las pulgas, que mordían a
ratas infectadas y, más tarde, hacían lo propio con los humanos. No obstante,
no podemos estar seguros completamente, dado que la infección no dejó rastro en
los esqueletos de los fallecidos que la ciencia pudiese analizar siglos más
tarde, con lo que solo se cuenta con la información documental de aquella
época.
Otras variantes de
enfermedades son la peste neumónica, una infección de los pulmones; y la peste
septicémica, una infección de la sangre. Sin embargo, se sabe que esta pandemia
fue de peste bubónica por los numerosos documentos que atestiguan la
sintomatología de los afectados, como síntoma más llamativo, una desagradable
inflamación de los ganglios linfáticos en ingles, axilas y cuello, y gangrena
de las extremidades.
Se considera que
existieron tres brotes importantes de peste bubónica en la historia. La segunda
plaga, denominada peste negra, tocó las costas de Europa occidental el otoño de
1.347, y luego se extendió por todo el continente hasta los más remotos
lugares, como Groenlandia. En este ensayo, me centro exclusivamente en la
segunda plaga de peste bubónica, la peste negra, que diezmó gran parte de la
población europea y modificó para siempre la psicología de sus gentes.
Se piensa que la
segunda ola de peste bubónica de la historia se originó en China. La peste
negra diezmó al ejército de Kipchak khan Janibeg, mientras asediaba el puerto
comercial genovés de Kaffa en Crimea (1.347). Allí se documenta una de las
prácticas más temibles relacionadas con la peste negra, perpetrada por el
gobernador mongol Janibeg: catapultó los cadáveres infectados de peste en un
esfuerzo por diezmar a sus enemigos.
El historiador noruego
Ole Jørgen Benedictow, describe en su libro La Peste Negra, Historia Completa,
lo siguiente: “Se entendió que los bubones se desarrollaron en lugares con una
concentración de ganglios linfáticos, que son una defensa de primera línea del
cuerpo contra la invasión de microorganismos, y que la infección con bacterias
de la peste fue la razón por la cual los ganglios linfáticos se hincharon en
bubones. Sin embargo, la identificación de la bacteria de la peste no explicó
cómo o por qué surgieron estas características de diagnóstico”.
Por su parte, el autor
italiano Giovanni Boccaccio, recoge en su obra El Decamerón (1.351-1.353), una
descripción detallada del estado de los enfermos, así como del tratamiento de
los cuerpos: “[…] Hombres y mujeres se veían afligidos por una especie de
hinchazón en la ingle o debajo de las axilas que, a veces, alcanzaba el tamaño
de una manzana o un huevo. Después, la manifestación de la enfermedad cambiaba
a puntos negros o lívidos. […] Ni el consejo de los médicos, ni la virtud de
medicina ninguna parecían ayudar o beneficiar a la curación de esas
enfermedades. […] Casi todos morían a los tres días de la aparición de los
signos. […] Los enfermos la transmitían a los sanos mediante el contacto, de
manera no distinta a como se propaga el fuego cuando se le acercan cosas secas
o grasosas. […] El simple contacto con la ropa o con cualquier objeto que el
enfermo hubiera tocado o usado transmitía la pestilencia…”
Se cree que la peste es
una enfermedad propia de los roedores, y que los humanos entraron
accidentalmente en su ciclo habitual de actuación. La propagación de la
infección entre roedores salvajes o domésticos en las proximidades de las
viviendas humanas, creó condiciones favorables para los brotes de peste en
humanos: cuando un brote mató a su roedor huésped, a falta de otro roedor al
que infectar, comenzó a invadir a los humanos.
Como todas las
enfermedades causadas por una bacteria, la peste solo se puede tratar con
antibióticos; pero estos no se descubrieron hasta el siglo XX. Durante siglos,
ante la incapacidad de tratar la peste, y el desconocimiento de su
epidemiología, se realizaban tratamientos macabros que, más que ayudar al
paciente, solían precipitar su muerte o, en todo caso, ayudaban a que la infección
se propagase.
Un ejemplo de estos
tratamientos fue la Flebotomía, que consistía en abrir las venas de los
pacientes en las zonas infectadas por los bultos (cuello, inglés, axilas) para
que la sangre fluyese. Esta práctica de realizó durante la Edad Media por los
médicos de la peste, pero se remonta a la Antigua Grecia.
Otro desagradable
tratamiento consistía en pinchar los bultos (los ganglios inflamados) para
drenarlos. Esta práctica, con frecuencia, causaba la muerte por septicemia o
shock tóxico.
La bacteria Y pestis
presenta una resistencia natural a la penicilina; no obstante, algunos fármacos
mostraron ser efectivos contra ella: la estreptomicina (desarrollada a mediados
del siglo XX y que se usó para tratar la tuberculosis) el cloranfenicol y las
tetraciclinas.
El médico francés Nostradamus,
perdió a su mujer y dos hijos por la peste bubónica en uno de los brotes
persistentes durante el siglo XVI. Fue uno de los médicos reconocidos que más
luchó frente a la pandemia.
Usaban el bastón para
examinar a los pacientes sin tener que tocarlos.
Incluso los grandes y
poderosos fueron abatidos por la enfermedad.
Familias y comunidades
enteras perecieron por la peste negra.
Las consecuencias de
esta catástrofe violenta fueron muchas. Inmediatamente cesaron las guerras y
una repentina caída en el comercio, pero fueron de corta duración. Una
consecuencia más duradera y grave fue la reducción drástica de la cantidad de
tierra cultivada, debido a la muerte de tantos trabajadores. Esto resultó ser
la ruina de muchos terratenientes.
La escasez de mano de
obra los obligó a sustituir los salarios o las rentas monetarias en lugar de
los servicios laborales, en un esfuerzo por mantener a sus inquilinos. También
hubo un aumento general en los salarios de artesanos y campesinos. Estos
cambios trajeron una nueva fluidez a la estratificación de la sociedad, hasta
ahora, rígida.
Los efectos
psicológicos de la peste negra se reflejaron en una preocupación por la muerte
y la otra vida, manifestada en la poesía, la escultura y la pintura. El poeta
Petrarca, que perdió a su amada Laura durante la pandemia, escribió: "¡Oh,
feliz posteridad, que no experimentarás un dolor tan abismal y considerarás
nuestro testimonio como una fábula".
A su vez, la muerte de
muchos grandes pintores, como Ambrogio y Pietro Lorenzetti, llevó el desarrollo
de la primera escuela de Siena a un final prematuro.
También se documentó en
aquella época, una ola de manifestaciones violentas antisemitas; comunidades
enteras judías fueron asesinadas o quemadas en masa en la hoguera, tal como
relata la Enciclopedia Británica.
El estudio de los
archivos contemporáneos sugiere una mortalidad que varía en las diferentes regiones
entre un octavo y dos tercios de la población. Se cree que la declaración del
cronista francés Jean Froissart, que aproximadamente un tercio de la población
de Europa murió en la epidemia, puede ser bastante precisa.
Aproximadamente 25 millones
de personas en Europa murieron de peste durante la segunda pandemia, la peste
negra. La población de Europa occidental no volvió a alcanzar su nivel de
población anterior a 1.348 hasta
principios del siglo XVI.
Durante los siguientes 3
siglos, se dieron con frecuencia en todo el continente europeo diferentes
brotes de peste. La gran peste de Londres, entre 1.664 y 1.666, causó entre 75 mil
y 100 mil muertes en una población estimada en 460 mil. La peste se extendió en
Colonia y en el Rin de 1.666 a 1.670 y en los Países Bajos de 1.667 a 1.669,
pero después de aquellos brotes, pareció haber disminuido su incidencia en
Europa occidental.
Entre 1.675 y 1.684,
apareció un nuevo brote en el norte de África, Turquía, Polonia, Hungría,
Austria y Alemania, que avanzó hacia el norte. Malta perdió a 11 mil personas
en 1.675; Viena, 76 mil en 1.679 y Praga, 83 mil en 1.681. La plaga reapareció
en Francia en 1.720, en la ciudad portuaria de Marsella, donde mató 40 mil
personas.
Como hemos mencionado,
la peste bubónica se manifestó en 3 plagas, la segunda de ellas, que acabamos
de revisar. La primera se denominó Plaga de Justiniano, y se originó en Egipto,
estalló en Constantinopla en el año 541, se extendió a Irlanda en 544, y llegó
a Inglaterra en el 664. Pablo el Diácono, un monje benedictino e historiador de
los lombardos, documentó la plaga de manera bastante explícita:
"hinchazones de las glándulas a la manera de una nuez en la ingle y en
otros lugares bastante delicados, seguidos de una fiebre insoportable".
La segunda pandemia se
originó en India, China o las estepas de Rusia, y es la que comúnmente se
conoce como Peste Negra. Posteriormente, la enfermedad recurrió periódicamente
durante el siglo XVIII y posiblemente hasta el siglo XIX; y, por ello, se habla
de una tercera plaga.
Hoy en día, la mayoría
de los casos de peste humanos son esporádicos, y ocurren en áreas rurales por
infección de roedores salvajes, como las ardillas terrestres. Algunos ejemplos
de roedores que portan la peste incluyen la rata negra (Rattus rattus) y el
gran jerbo (Rhombomys opimus).
¿Superará el Covid-19 a
la Peste Negra?...
Esperemos que no.
Solamente el tiempo lo dirá.
Por favor, demuestra tu
inteligencia quedándote en casa por tu bien, el de los tuyos y el de la
humanidad.
Gracias.
Lic./Psic. J. A. Gòmez
Gimènez.